El Gran Premio de San Marino tuvo un nombre propio. El nombre de un joven que no corrió pero estuvo presente en cada milímetro del circuito, que no pisó Misano pero al que todos tenían en mente, que nunca más volverá a subirse a una moto pero del que nadie se olvidará. Ese nombre era Marco Simoncelli.
El nuevo nombre del circuito, Misano World Circuit Marco Simoncelli, la vuelta en bicicleta de los pilotos o la presentación del libro escrito por Paolo y Rossella Simoncelli sobre su hijo, no fueron homenajes suficientes. El gran honor llegó el domingo cuando las nubes y la lluvia dieron paso al sol y al recuerdo de la mano de Valentino Rossi y Álvaro Bautista.
Rossi corría en Misano tranquilo, sabiendo que su futuro está en Yamaha, que su relación con Ducati ha terminado y que a sus dos años oscuros en la escudería italiana le quedan escasos días. Corría con la ilusión de hacerlo en casa, a pocos kilómetros de su pueblo y corría sabiendo que no lo hacía por él, que lo hacía por Simoncelli, por sus padres, por su hermana pequeña, por todos y cada uno de los aficionados que seguían al 58. Por eso lo dio todo desde que el semáforo se apagó, desde que en la primera curva se puso segundo y hasta que cruzó la línea de meta con la bandera a cuadros en la misma posición.
Celebró el podio con los aficionados, recreándose en la vuelta (dos vueltas en esta ocasión) de honor, sin olvidar a quien él mismo definía como su hermano pequeño. Rossi volvía al podio en el mejor de los escenarios, en su casa, con sus seguidores, el día que su amigo le empujó para que volviera al sitio donde mejor se siente. Durante una carrera dejó de ser ese boxeador apaleado que lucía en su casco para volver a sonreír sobre la moto.
Por su parte, Álvaro Bautista quería honrar el nombre de Simoncelli haciendo la mejor carrera posible. Ese deseo terminó convirtiéndose en un sueño, en un tercer puesto en carrera, en la mejor carrera del piloto español y en el primer podio desde que llegara a Moto GP. Bautista llevó la que fuera la moto de Simoncelli al parque cerrado una vez más, llenando aún más de emoción el podio.
Marco era uno de esos pilotos que no pasaban desapercibidos, de los que es difícil olvidarse y que ahora se suman al recuerdo de Kato y Tomizawa en la mente y corazones de todos los que viven el motociclismo.
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