En ocasiones, a lo largo de la historia aparecen pilotos que son recordados más allá de sus logros deportivos, cuya personalidad y carisma no dejan indiferente a nadie. Barry Sheene, es uno de esos pilotos que se mantienen en la mente de los aficionados por muchos más motivos que sus dos títulos mundiales y es que resulta difícil borrar la imagen del piloto británico fumando en la parrilla de salida antes de una carrera, el Pato Donald sobre su casco o el número siete que lucía en su carenado.
Barry Sheene fue
más que uno de los mejores pilotos con los que ha contado Inglaterra en toda su
historia, fue una de las mayores celebridades internacionales de la década de
los 70, y es que durante esos años los británicos contaban con tres grandes
estrellas en el mundo del motor. James Hunt en F1, Roger Clark en rally y Barry
Sheene en motociclismo.
Como dice el
dicho ‘de tal palo tal astilla’, y con un padre que había sido piloto y era un
experimentado mecánico de motos Sheene no podía dedicarse a otra cosa. Lo que
nada tuvo que ver con su padre fue todo lo que creó a su alrededor y que nada
tenía que ver con las dos ruedas. Durante su carrera se valió de su atractivo,
encanto y acento londinense para auto promocionarse. Esto unido a su carácter
eufórico y su interés por los negocios- quizás fuera el primero en descubrir la
importancia de la televisión y la publicidad- le convirtieron en uno de los
pioneros en eso de hacer negocio de la imagen en las motos. Es más, se le
considera el precursor de la introducción del marketing y la imagen en el mundo
de las dos ruedas.
Con 20 años se
convertiría en Campeón de 125cc del Campeonato Británico, y un año más tarde
terminaría segundo en el Mundial en la misma categoría. Tres años después, en
1973, gracias a Suzuki se convertiría en el primer Campeón de la recién creada
categoría de Formula 750 en el Campeonato Europeo.
En el momento en
el que la carrera de Sheene empezaba a despegar un accidente parecía terminar
con su carrera demasiado pronto. En 1975 en las 200 millas de Daytona se rompía
el muslo izquierdo, el brazo derecho, la clavícula y dos costillas; pese a todo
pronóstico se recuperó y siete semanas –como no podía ser de otra forma- más tarde estaba corriendo.
Aquel grave
accidente en Daytona no frenó a Sheene que en 1976 corría el Mundial de 500cc y
se alzaba con el título con cinco victorias a sus espaldas. Al año siguiente
revalidó el título de Campeón del Mundo.
Ese año no solo se hacía de nuevo con el título de la máxima categoría sino que
terminaba con la tradición de lucir el número 1 en el carenado. Sheene corrió
durante toda su carrera luciendo el número 7 sin importarle la posición en la
que terminara el campeonato.
Los años finales
de la década de los 70 fueron una lucha continua entre Barry Sheene y Kenny
Roberts. Ambos son protagonistas del citado como uno de los mejores Grandes
Premios de los 70, la carrera en 1979 de Silverstone. Fue al finalizar esa
temporada cuando Sheene dejó el equipo de fábrica Heron-Suzuki convencido de
que recibía peor equipación que sus compañeros. Cambió Suzuki por una Yamaha
privada que llevaría hasta su retirada.
En 1981 mientras
Roberts estrenaba su tercer título Sheene aparecía con una Yamaha competitiva
determinado a pelear con Roberts para recuperar el dominio del campeonato.
Irónicamente ninguno de los dos se llevó la corona cediendo las dos primeras
posiciones al italiano Lucchinelli y al americano Randy Mamola, ambos pilotos
de Suzuki. Aquel año Kenny Roberts terminó tercero y Barry Sheene cuarto. La
carrera disputada en Suecia sería la última victoria del piloto británico. En
1982 un accidente terminaba con su amenaza sobre el título y dos años más tarde
se retiraba, siendo el Gran Premio de San Marino el último que correría.
A finales de los
80 la familia Sheene se trasladó a Australia con la esperanza de que un clima
más cálido ayudara al piloto retirado con sus problemas de salud,
principalmente artritis, que arrastraba de los múltiples accidentes de los que
fue protagonista a lo largo de su carrera y también como causa de su adicción
al tabaco. Una vez instalados en el país
combinó su intrusión en el mundo de los negocios con el de comentarista para la
televisión de los Grandes Premios. Incluso llegó a presentar su propio programa
– Just Amazing! - en el que entrevistaba a personas que habían sobrevivido a
graves accidentes. En sus últimos años participó en carreras históricas de
motociclismo, volviendo con frecuencia a Donington Park.
Sheene fue
conocido por pasear a sus novias por los circuitos, hasta que conocido en una
sesión de fotos a la que se convertiría en su mujer y con la que tendría un
hijo y una hija, Stepahine McLean. Desde ese momento leer en una pizarra Barry
I love you – Barry, te quiero – fue algo habitual. Pero Barry Sheene también fue conocido por
criticar sin problema alguno aquello que consideraba peligroso, como el
circuito de la Isla de Man TT, el cual creía muy peligroso para el Campeonato
del Mundo.
Entre los amigos
más íntimos de Sheene se encontraban James Hunt, Ringo Star y George Harrison.
Formaron un grupo que disfrutada de su estilo de vida fumando y bebiendo. La
estela de Sheene fue tal fuera de las pistas que Eric Idle compuso la canción
‘Mr Sheene’ cuya letra se puede asociar con el piloto británico.
Murió en 2003 de
cáncer de esófago y estómago en un hospital australiano pero hasta sus últimos
días fue único, renunció al tratamiento convencional de quimioterapia optando
por una dieta estricta creada por un curandero austriaco. El mismo año de su
muerte, Valentino Rossi – quien le tuvo mucho cariño al piloto británico no
solo por lo poco que se conocieron si no porque Sheene corrió con su padre
Graziano - creó una pancarta con una
sábana y el número siete que lució en la vuelta de honor del Gran Premio de
Australia.
Con dos títulos
mundiales en su palmarés Sheene siempre será aquel piloto apuesto que vivió la
vida al límite entre carreras, tabaco y alcohol, que llevaba al Pato Donald en
su casco y que convirtió el siete de su carenado en el siete de todos.
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