Sin verlo venir el otro día me
encontré a mi misma buscando vídeos de Randy Mamola en Youtube para enseñarle quien era el
piloto americano a un compañero de la oficia que no le conocía. Creo que
la cosa fue algo parecido a que un piloto intentó salvar una caída al estilo
Mamola y mi compañero se sorprendió de que una acción llevara el nombre de un
piloto.
Nunca está de más recordar al
americano o darle a conocer para aquellos que no sepan de su existencia, por
eso el Throwback Thursday de hoy va por él, por Randy Mamola.
Le llaman ‘el rey sin corona’
porque nunca consiguió el título mundial, aunque podría decirse que se licenció
en el subcampeonato, la verdad es que en los años que estuvo en activo no lo
necesitó para ganarse el respeto, la admiración y el cariño del público que más
de una década después de su retirada le siguen recordando como uno de los
grandes.
La segunda mitad de los setenta
se caracterizó por la llegada de los norteamericanos al Mundial; liderados por
Kenny Roberts llegó al campeonato una hornada de brillantes pilotos entre los
que se encontraba un chaval de pelo rizado, con pecas que hacia bromas sin
separarse de su gorra y una bastante habitual camiseta de Mickey Mouse.
«Kenny se encargó de abrirnos
las puertas» y no era ningún secreto. Roberts había ganado el Mundial de 500 en
el 78 convirtiéndose en la referencia no solo de la categoría sino de los
pilotos americanos que estaban llegando. Con Hennen fuera por una caída que le
tuvo tres meses en coma y Baker retirado tras un año discreto, el futuro estaba
en Mamola, Mike Baldwin (campeón de la F-1 americana) y por supuesto Roberts.
Randy Mamola aterrizó en el
Mundial en la categoría de 250cc sobre una Bimota con motor Yamaha TX 250, y
aunque por aquel entonces dominaba la categoría Kork Ballington y su Kawasaki
KR, el recién llegado se hizo notar y su estilo agresivo, muy descolgado
arrastrando mucho la rodilla por el asfalto no pasó desapercibido. Seguramente esta última característica de su
pilotaje bien le habría valido el record Guinness como el piloto que más cinta
americana utilizaba, que en su tiempo cumplía la función de las deslizaderas
que ahora conocemos.
Brilló en 250 pero su verdadera
oportunidad vendría con la lesión de Baldwin. Serge Zago, patrón de la
Escudería Adriatica, no dudó en poner a Mamola a los mandos de la Suzuki RG 500 privada de
Baldwin. En Le Mans, el último gran premio del año, el californiano fue segundo
en 250cc y 500cc, por detrás de un tal Barry Sheene, en la que sería la última
victoria del británico con Suzuki.
Eso podio marcó la diferencia y
el relevo en el Team Suzuki Texaco Heron. Mamola, con apenas 20 años terminó
siendo el sustituto de Sheene, y pese a su temprana edad se convirtió en la
referencia de la marca por delante de pilotos mucho más experimentados.
La temporada de 1980 fue
complicada. Las tensiones que suscitaban las World Series, campeonato paralelo
promovido por Kenny Roberts que finalmente no consiguió el apoyo de los
fabricantes, dejó el ambiente enrarecido; además, la cancelación de las dos
primeras pruebas del campeonato – Venezuela por problemas económicos y Austria
por climatológicos – y de una tercera, la de Suecia nuevamente por problemas
económicos, redujeron el Mundial a tan sólo ocho pruebas.
Mientras Roberts encarrilaba el
título sin mayor problema, Mamola iba haciendo su camino y marcando un nuevo
estilo de pilotaje. «Mamola corre como si no existiera un mañana» escribió
alguien sobre el joven piloto que con su pilotaje más agresivo empezaba una
nueva época lejana al estilo clásico y limpio de los europeos.
Aquel año Roberts se llevó su
tercer título consecutivo, Mamola consiguió su primer subcampeonato y se abrió
una nueva etapa. Comenzaban los duelos Roberts-Mamola. A la vez que los dos
pilotos americanos se asentaban en las primeras posiciones del podio, Lucchinelli
se convertía en el tercer hombre del campeonato.
El buen camino por el que iba
Mamola empezó a distorsionarse según las oportunidades de la Suzuki se iban
acabando. Por 1982 Yamaha había empezado a trabajar en su nueva V-4, Honda
regresaba al campeonato con la V-3 y Freddie Spencer – gran combinación – y Randy
Mamola seguía con la Suzuki Heron y su arcaico motor cuatro en cuadro. La situación
empeoró cuando al proclamarse campeón Franco Uncini con una moto como la suya. La
situación no mejoro mucho el siguiente año; Suzuki ya no tenía opciones frente
a las Yamaha o las Honda, siendo Mamola el único piloto que sin llevar una de
esas motos subió al podio. Ese año la regularidad le dio un tercer puesto en el
campeonato.
Era necesario un cambio, volver
al camino correcto, el problema era qué camino tomar. Mientras decidía pasaron
las dos primeras carreras de la temporada y se empezó a decir que se tomaba un
año sabático para estudiar literatura en la universidad. Pero no solo volvió en
el circuito del Jarama sobre una Honda NS 500, sino que fue segundo. Ese año
ganó en Assen, Silverstone y Mugello, se quedó fuera del podio en una de las 10
pruebas del campeonato para ser… subcampeón.
La regularidad de 1984 la perdió
en el 85 y un año después acudió a la llamada de Kenny Roberts, que acaba de
crear su propio equipo en 500. El veterano piloto reclutó a sus dos compañeros
de los primeros años, Mamola y Baldwin, para que defendieran los colores del
Lucky Strike Yamaha. En 1987 volvió al camino correcto y se batió con Eddie
Lawson y Wayne Gardner por el título que finalmente fue para el australiano,
dejando a Mamola como subcampeón, otra vez.
Con su cuarto subcampeonato en
el bolsillo volvía a estar en la encrucijada de tener o no equipo. Claudio
Castiglioni entró en escena con la intención de hacer de la Cagiva 500 una moto
competitiva a base de inyectar dinero en el proyecto. Fue una utopía hasta
1994, año en el que la moto italiana tuvo opciones reales, aunque el sueño tan
solo duró ese año.
Mamola aceptó la oferta de
Castiglioni. Corrió con la Cagiva tres años que se convirtieron en tres
temporadas de malos resultados ya que la moto no era suficiente para el piloto.
El Gran Premio de Australia de 1990 fue el último que disputó. Decidió dejar de
correr aunque tras un año sin subirse a la moto no supo decirle que no a la
oferta de Roberts.
Volvió sobre una YZR500 para
reencontrarse con viejos compañeros y medirse con las nuevas generaciones. No tuvo
problemas en integrarse en la categoría, demostrando que las grandes leyendas
nunca mueren; llegó incluso a subirse al podio por última vez, la 54ª de su
carrera, en Hungría. Y tras el Gran Premio de Sudáfrica se retiró.
Sigue en buena forma sin
alejarse de las motos. Ejerce de comentarista y analista, colabora desde hace
años con Riders for Health, prueba las MotoGP para la revista Motociclismo y en
cada gran premio se sube a la moto biplaza. Además consigue sacar tiempo para
ayudar a su hijo mayor Dakota que sigue los pasos de su padre.
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