jueves, 18 de septiembre de 2014

Al estilo Mamola


Sin verlo venir el otro día me encontré a mi misma buscando vídeos de Randy Mamola en Youtube para enseñarle quien era el piloto americano a un compañero de la oficia que no le conocía. Creo que la cosa fue algo parecido a que un piloto intentó salvar una caída al estilo Mamola y mi compañero se sorprendió de que una acción llevara el nombre de un piloto.

Nunca está de más recordar al americano o darle a conocer para aquellos que no sepan de su existencia, por eso el Throwback Thursday de hoy va por él, por Randy Mamola.

Le llaman ‘el rey sin corona’ porque nunca consiguió el título mundial, aunque podría decirse que se licenció en el subcampeonato, la verdad es que en los años que estuvo en activo no lo necesitó para ganarse el respeto, la admiración y el cariño del público que más de una década después de su retirada le siguen recordando como uno de los grandes.

La segunda mitad de los setenta se caracterizó por la llegada de los norteamericanos al Mundial; liderados por Kenny Roberts llegó al campeonato una hornada de brillantes pilotos entre los que se encontraba un chaval de pelo rizado, con pecas que hacia bromas sin separarse de su gorra y una bastante habitual camiseta de Mickey Mouse.

«Kenny se encargó de abrirnos las puertas» y no era ningún secreto. Roberts había ganado el Mundial de 500 en el 78 convirtiéndose en la referencia no solo de la categoría sino de los pilotos americanos que estaban llegando. Con Hennen fuera por una caída que le tuvo tres meses en coma y Baker retirado tras un año discreto, el futuro estaba en Mamola, Mike Baldwin (campeón de la F-1 americana) y por supuesto Roberts.

Randy Mamola aterrizó en el Mundial en la categoría de 250cc sobre una Bimota con motor Yamaha TX 250, y aunque por aquel entonces dominaba la categoría Kork Ballington y su Kawasaki KR, el recién llegado se hizo notar y su estilo agresivo, muy descolgado arrastrando mucho la rodilla por el asfalto no pasó desapercibido.  Seguramente esta última característica de su pilotaje bien le habría valido el record Guinness como el piloto que más cinta americana utilizaba, que en su tiempo cumplía la función de las deslizaderas que ahora conocemos.

Brilló en 250 pero su verdadera oportunidad vendría con la lesión de Baldwin. Serge Zago, patrón de la Escudería Adriatica, no dudó en poner a Mamola a  los mandos de la Suzuki RG 500 privada de Baldwin. En Le Mans, el último gran premio del año, el californiano fue segundo en 250cc y 500cc, por detrás de un tal Barry Sheene, en la que sería la última victoria del británico con Suzuki.

Eso podio marcó la diferencia y el relevo en el Team Suzuki Texaco Heron. Mamola, con apenas 20 años terminó siendo el sustituto de Sheene, y pese a su temprana edad se convirtió en la referencia de la marca por delante de pilotos mucho más experimentados.

La temporada de 1980 fue complicada. Las tensiones que suscitaban las World Series, campeonato paralelo promovido por Kenny Roberts que finalmente no consiguió el apoyo de los fabricantes, dejó el ambiente enrarecido; además, la cancelación de las dos primeras pruebas del campeonato – Venezuela por problemas económicos y Austria por climatológicos – y de una tercera, la de Suecia nuevamente por problemas económicos, redujeron el Mundial a tan sólo ocho pruebas.

Mientras Roberts encarrilaba el título sin mayor problema, Mamola iba haciendo su camino y marcando un nuevo estilo de pilotaje. «Mamola corre como si no existiera un mañana» escribió alguien sobre el joven piloto que con su pilotaje más agresivo empezaba una nueva época lejana al estilo clásico y limpio de los europeos.

Aquel año Roberts se llevó su tercer título consecutivo, Mamola consiguió su primer subcampeonato y se abrió una nueva etapa. Comenzaban los duelos Roberts-Mamola. A la vez que los dos pilotos americanos se asentaban en las primeras posiciones del podio, Lucchinelli se convertía en el tercer hombre del campeonato.

El buen camino por el que iba Mamola empezó a distorsionarse según las oportunidades de la Suzuki se iban acabando. Por 1982 Yamaha había empezado a trabajar en su nueva V-4, Honda regresaba al campeonato con la V-3 y Freddie Spencer – gran combinación – y Randy Mamola seguía con la Suzuki Heron y su arcaico motor cuatro en cuadro. La situación empeoró cuando al proclamarse campeón Franco Uncini con una moto como la suya. La situación no mejoro mucho el siguiente año; Suzuki ya no tenía opciones frente a las Yamaha o las Honda, siendo Mamola el único piloto que sin llevar una de esas motos subió al podio. Ese año la regularidad le dio un tercer puesto en el campeonato.

Era necesario un cambio, volver al camino correcto, el problema era qué camino tomar. Mientras decidía pasaron las dos primeras carreras de la temporada y se empezó a decir que se tomaba un año sabático para estudiar literatura en la universidad. Pero no solo volvió en el circuito del Jarama sobre una Honda NS 500, sino que fue segundo. Ese año ganó en Assen, Silverstone y Mugello, se quedó fuera del podio en una de las 10 pruebas del campeonato para ser… subcampeón.

La regularidad de 1984 la perdió en el 85 y un año después acudió a la llamada de Kenny Roberts, que acaba de crear su propio equipo en 500. El veterano piloto reclutó a sus dos compañeros de los primeros años, Mamola y Baldwin, para que defendieran los colores del Lucky Strike Yamaha. En 1987 volvió al camino correcto y se batió con Eddie Lawson y Wayne Gardner por el título que finalmente fue para el australiano, dejando a Mamola como subcampeón, otra vez.


Con su cuarto subcampeonato en el bolsillo volvía a estar en la encrucijada de tener o no equipo. Claudio Castiglioni entró en escena con la intención de hacer de la Cagiva 500 una moto competitiva a base de inyectar dinero en el proyecto. Fue una utopía hasta 1994, año en el que la moto italiana tuvo opciones reales, aunque el sueño tan solo duró ese año.

Mamola aceptó la oferta de Castiglioni. Corrió con la Cagiva tres años que se convirtieron en tres temporadas de malos resultados ya que la moto no era suficiente para el piloto. El Gran Premio de Australia de 1990 fue el último que disputó. Decidió dejar de correr aunque tras un año sin subirse a la moto no supo decirle que no a la oferta de Roberts.

Volvió sobre una YZR500 para reencontrarse con viejos compañeros y medirse con las nuevas generaciones. No tuvo problemas en integrarse en la categoría, demostrando que las grandes leyendas nunca mueren; llegó incluso a subirse al podio por última vez, la 54ª de su carrera, en Hungría. Y tras el Gran Premio de Sudáfrica se retiró.

Sigue en buena forma sin alejarse de las motos. Ejerce de comentarista y analista, colabora desde hace años con Riders for Health, prueba las MotoGP para la revista Motociclismo y en cada gran premio se sube a la moto biplaza. Además consigue sacar tiempo para ayudar a su hijo mayor Dakota que sigue los pasos de su padre.

Llegó siendo un chaval de pelo rizado y pecas para convertirse en el eterno subcampeón, y quizás es cierto eso de que el segundo es el primero de los perdedores pero él ha sabido hacerse un hueco en la memoria de todos aunque en eso quizás también influyera el Gran Premio de San Marino de 1985 y como salvó aquel high side que ha pasado a la historia, puede que fuera por su humor, su pilotaje agresivo y los kilómetros de cinta americana que utilizaba para deslizarse por el asfalto, o simplemente porque lo hace todo al estilo Mamola. 


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