lunes, 15 de septiembre de 2014

Resaca amarilla



Tanta felicidad concentrada durante un fin de semana solo podía llevar a varios días de resaca, y es en esa fase nos encontramos.

Más que alguien camino de cumplir los 36, parecía un recién llegado al campeonato, un chaval de apenas 16 años que disfruta con cada paso que da en el circuito. Así estuvo Valentino Rossi durante el Gran Premio de San Marino, aunque en especial el domingo tras la carrera. Estaba en su casa, era su fin de semana.

La ‘spurtleda 58’, una carrera de karts, organizada por la Fundación Marco Simoncelli daba el pistoletazo de salida al Gran Premio de San Mario. Valentino Rossi fue el anfitrión de este acto en honor a Marco Simoncelli, su adorado Marco Simoncelli, su fiel compañero, su amigo. Ya el miércoles se podía ver en su mirada, en su sonrisa que iba a ser un Gran Premio especial.


Y tanto que lo fue. Era su fin de semana, corría en casa, en un circuito de los que llaman Yamaha y con toda su gente apoyándole. Con las gradas del circuito teñidas de amarillas, Rossi cruzó el primero la línea de meta haciendo enloquecer a todos los que llenaban el Misano World Circuit Marco Simoncelli, acarició su M1, besó su casco y se lanzó sobre su equipo. Hacía cinco años que los tifosi no veían ganar a su ídolo y dejaron claro que verle correr es bueno, pero verle ganar es el éxtasis.

Cinco años después saludo a los suyos desde lo más alto del podio, besó el ‘58’ que luce el trofeo y disfrutó del himno italiano tarareado por una marea amarilla que había invadido el trazado italiano ya desde la vuelta de honor.

Siempre sonríe, pero el domingo era uno de esos días que se sabía estaba disfrutando sobre la moto, tomando cada curva y escuchando al público rugir cada vez que pasaba por delante. No se le veía, pero no era difícil adivinar que estaba sonriendo bajo el casco y no solo al cruzar la línea de meta, sino desde que se apagó el semáforo.

Su equipo, su escudero Uccio, su novia, su hermano pequeño Lucca y toda la gente que le quiere no solo le recibieron con aplausos en el parque cerrado sino que le acompañaron durante toda la carrera; al menos lo hicieron las huellas de sus manos que el italiano quiso decoraran el caso que ya es tradición tenga un diseño especial para el gran premio de casa y en el que no se olvidó una vez más de él, de Super Sic, de su 58.

La marea amarilla se rendía ante su Dios, todos lo hacíamos en realidad. Es leyenda viva del motociclismo, uno de esos pilotos que disfrutas viendo correr y más aún cuando puedes sentir su felicidad a kilómetros de distancia. Ahora que sus victorias no se repiten tan frecuentemente hay algo especial en ellas, una emoción distinta a la de los demás pilotos, una ilusión que nos reafirma lo grande que es.

Fue un fin de semana perfecto. Vale, si, con lluvia y caídas el sábado pero con el mejor resultado posible el domingo. Fue un fin de semana teñido de amarillo. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario