Entre una nube de humo rojo se
aparecía un samurái entregándole una katana al Campeón del Mundo. Eran las ocho
de la mañana en España, todavía estaba amaneciendo y la mayoría del país dormía
pero muchos ya habían anotado el 12 de octubre de 2014 como otro día histórico
en el mundo del motociclismo.
Una hora antes comenzaba en el
circuito de Motegi la primera opción de Marc Márquez de proclamarse Campeón del
Mundo. Era el primero de los cuatro cartuchos que el piloto catalán tenía para
llevarse el título, algo que nadie dudaba antes o después, en Japón, Australia,
Malasia o Valencia iba a llegar. No era complicado, tan solo tenía que terminar
la carrera por delante de Valentino Rossi y Dani Pedrosa. Era factible, llevaba
toda la temporada haciéndolo, corría en casa de Honda y habían evitado el tifón
que llevaba amenazando el Gran Premio toda la semana.
Así fue. Desde el momento que
adelantó a Rossi solo se tuvo que preocupar de terminar la carrera. Que Lorenzo
liderara la prueba daba igual, lo importante es que sus máximos rivales fueran
detrás y así era. Cruzó segundo la línea de meta y se proclamó Campeón del
Mundo. Bicampeón. El piloto más joven de la historia en conseguir dos títulos
de la máxima categoría consecutivos. Volvía a romper los récords.
Y es que Márquez parece que se
ha tomado muy en serio eso que los récords están para romperlos (versión
recurrente del ‘las normas están para romperlas’ del motociclismo). Esta temporada
los ha roto prácticamente todos, pocos le quedan por batir y esos es cuestión
de tiempo que también los fulmine. Cuesta llevar la cuenta de todo lo que ha
conseguido en esto dos años en la máxima categoría.
Sonrió más que de costumbre,
saltó más salto sobre su equipo que en otras ocasiones y los abrazos a su
familia, a su equipo y hasta a su moto fueron más largos. Lorenzo y Rossi le
abrazaron en el parque cerrado, Bautista ya le había felicitado en pista y
Aleix Espargaró vació la botella sobre su cabeza. La emoción no le dejaba
hablar, no sabía que decir, de lo poco que dijo que pese a las sonrisas y risas
había sido un título trabajado con mucha presión.
La verdad es que no
necesitaba decir nada, su sonrisa hablaba por si sola. Ha sido una temporada
casi perfecta, con fallos, si, quizás por exceso de confianza pero donde han primado las genialidades. En el podio dejó que le bañaran en champagne mientras levantaba
los brazos. Después terminó la fiesta en un karaoke.
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